El camino hacia adentro

Al momento de escribir esto, tengo 40 años y unos meses. Hace unos días (26/03/2023) corrí el segundo Ironman 70.3 (Acapulco). Desde que retomé mis rutinas de ejercicio, estoy casado y tengo un hijo que pronto cumplirá 5 años; tengo una empresa, vivo en la CDMX desde hace casi 6 años ya.

Con estos datos posiblemente, se pueden hacer una idea de que en mi rutina diaria, hay que distribuir el tiempo entre varios roles y responsabilidades: persona, esposo, padre, CEO y deportista. Y esto que escribo no es para hablar de disciplina o para lograr esto o no, ni tampoco para explayarme acerca de los sacrificios y de cómo hay que dejar de lado cosas para poder conseguir lo que uno quiere; hoy este post es acerca de tener proyectos propios, esos proyectos que nos brindan espacios personales de crecimiento que nos permiten convertirnos en mejores seres humanos para poder darles lo mejor de nosotros a los demás.

En 2017, dos semanas antes de casarme corrí mi último Ironman 140.6 (el completo) y desde ese momento hasta finales de junio de 2021, casi no volví a mover ningún músculo, más allá de esporádicos intentos de retomar el ejercicio que no “pelechaban” (dícese de cuando algo no avanza o no crece, no toma forma). Sin embargo, un cierto día me pregunté ¿cómo mi hijo va a aprender sobre la disciplina? ¿Cómo él le tomará gusto al ejercicio? Ya por varios caminos y conversaciones con mi esposa, tenía claro que la frase de la Madre Teresa de Calcuta era una realidad irrefutable: “No te preocupes porque tus hijos no te escuchen, ellos te observan todo el día”.

Me quedaba clarísimo que solo había una forma, así que simplemente me levanté de la cama a la madrugada siguiente, me puse mi ropa de correr y salí, al parque cercano a mi casa a caminar – correr, caminar – correr… los primeros meses los dediqué a retomar la capacidad de poder correr a ritmo sostenido, luego se me ocurrió seguir algunas rutinas de entrenamiento sugeridas por mi monitor de frecuencia cardíaca; durante todo este primer gran periodo, tenía claro que quería recuperar mi espacio de hacer ejercicio, desarrollar una relación diferente a la que antes tenía con la actividad física, con sesiones más cortas, distancias más cortas, sin presiones de competencias, solamente hacerlo por disfrutar.

Luego llegó el momento en donde me sentí listo para volver a las carreras y me inscribí a un triatlón 70.3 en los cabos. 

Han sido muchas madrugadas desde ese día ya, muchos kilómetros recorridos, sin embargo, más allá de eso, han sido valiosos momentos de soledad, quietud o esfuerzo intenso, que me han dado energía en los días o en otros perspectiva suficiente para reaccionar mejor ante las situaciones familiares y laborales.

Esos espacios, donde a veces simplemente no pienso nada y escucho música o en otros días se convierte en mi espacio de terapia y diálogo, me han servido para ir construyéndome en alguien mejor, alguien que se siente más a gusto consigo mismo y que puede darse mejor a los demás.

Como grandes lecciones de este proceso hasta este momento podría describir (y hablaré de las que particularmente he aprendido en este último tiempo, no de las que en general he aprendido con hacer ejercicio):

  1. Las redes de apoyo son fundamentales para lograr sostener los procesos duraderos. Sin apoyo de mi familia no podría entrenar o participar en las carreras y es que la dinámica cambia completamente, es otro tipo de organización el que ahora se requiere para que como familia podamos acomodar los espacios e intereses de todos y hacer que convivan. 
  2. Humildad para buscar ayuda y dejarme guiar. Una de las cosas no resueltas de mis pasadas competencias era la alimentación antes, durante y después de las rutinas de ejercicio y las carreras, así que decididamente me puse a buscar ayuda y guía, encontré una gran persona y profesional que con conocimiento profundo y paciencia ha guiado mi alimentación durante ya casi 9 meses de este proceso. “El que sabe sabe y el que no a ingeniería” suele decir mi socio, y es lo que muchas veces, creo yo, las personas no recordamos, buscar con humildad y apertura a quiénes tienen conocimientos especializados, que nos complementen, para aprender y volvernos mejores.
  3. Debo vivir como quien quiero ser, para llegar a serlo.
  4. Mientras haya vida, hay forma de acumular experiencias bien vividas, cosas bien hechas y trabajo de alta calidad. Si me caigo 9 veces me levantaré 10, y al final estaré en píe.

“La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!” (Hunter S. Thompson).

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